Blog del autor Sergio Moreno

viernes, 7 de noviembre de 2014

EXPERIMENTOS LITERARIOS

Llevo casi año y medio haciendo algo que, en su momento, me pareció muy interesante, y a tenor de los resultados obtenidos no puedo sino pararme un momento a reflexionar acerca de ello. Y todo viene a colación de los concursos literarios, esas pequeñas oportunidades que nos brindan editoriales, festivales, páginas web y demás a los autores que pugnamos por asomar aunque sea un simple pelo en este mundillo superpoblado. Y os preguntaréis, ¿pero de que coño está hablando este tío? Pues sobre todo, de experimentación.
Desde mediados de 2013 me he presentado a unos quince concursos, más o menos, y en casi todos ellos siempre ha habido una temática ya establecida: aparecidos, el mundo de Lovecraft, conspiraciones... Y para cada uno de ellos siempre escribo un relato nuevo, tratando de cambiar de registro, voz y demás parafernalia de esa que usamos los escritores cuando nos da la vena y nos quedamos largas horas con cara de gilipollas frente al ordenador. Me lo tomo como un reto, una motivación. Quiero ver de qué soy capaz y si puedo adaptarme a una temática concreta sin perder mi estilo, ese que llevo ya casi cinco años tratando de encontrar -porque de verdad creo que aún no tengo una voz propia, y es algo que considero básico para ser un buen escritor-, y en todo este tiempo me he dado cuenta de algo que en cierto modo me duele.
Estoy casi seguro de que si estás leyendo esto es porque eres escritor, y si es así seguramente hayas oído hablar de esos dos famosos modos de escritura que son el mapa y la brújula. El primero se basa en la planificación, en el desarrollo de toda la historia que quieres contar en apenas un storyboard que te haga ver el camino por el que debes llevar tu texto. El segundo es poco menos que improvisación sobre la marcha. Podríamos matizar más, pero no es importante para lo que quiero contaros. El caso es que me he dado cuenta de que, al menos en el tema de los concursos, lo mío es la improvisación pura y dura. El sentarme en la cocina con un cigarro en la mano sin tener ni puta idea de lo que quiero contar y empezar a contarlo de todos modos. Así nacieron relatos como Vuelven, La ventana, La ciudad te quiere, Crimen dans une maison de fous... Todos ellos premiados, seleccionados para alguna antología o finalistas en algún concurso. Y luego están los otros, esos que traté de hacer al estilo mapa, relatos a los que les dí ochocientas vueltas para que todo cuadrase, para que cada frase dijese algo por sí sola, documentándome como un cabrón para que todo resultase creíble y limitándome a contar paso por paso aquello que ya sabía que iba a pasar. También los he presentado a concursos, y hete aquí que el único relato de esos que resultó premiado fue En las entrañas de la locura, publicado en marzo por la AEFCFT en el Visiones 2013, cuya temática tenía que girar en torno a un ambiente Lovecraftiano. Curioso, ¿no?
Lo que quiero decir con toda esta parrafada es que me he dado cuenta de que lo mío son impulsos, de que de vez en cuando y, qué acertada la expresión, toco la tecla adecuada sin saber muy bien cómo lo he hecho. Y es un poco triste. Sí, porque descubres que esos relatos que tanto te curras, esos que piensas que has escrito de forma más madura, o bien no son del gusto de ningún jurado o es que no son tan buenos como los que escribes casi de forma automática. Y ojo, que no se trata de medir la calidad de tu estilo basándose en la cantidad de premios literarios obtenidos, sino en el hecho de que aquellos en los que inviertes más tiempo y dedicación resulten ser los que menos suelen gustar a la gente. De ahí lo del experimento.
Como resultado, me quedo con que lo mío es dejarme llevar. Sentarme y escribir lo que se me pase la cabeza en ese momento. Y, ¿sabéis qué? No sé si eso es lo que debería hacer alguien que espera considerarse escritor algún día.
Quizá haya que inventar una nueva palabra para el oficio de simplemente escribir.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario