Blog del autor Sergio Moreno

martes, 12 de agosto de 2014

ESCRIBIR

Oh, sí. Sabía que tarde o temprano llegaría este momento. Hoy me apetece escribir sobre cómo escribo, sobre cómo surgen ciertas ideas y el "método" que sigo una vez me siento frente a mi pequeño netbook con esa barrita negra y parpadeante que me llama desde el Word. Hay un espacio en blanco, bastante amplio a primera vista; infinito cuando descubro que por más palabras que tecleé siempre aparece un poco más, surgiendo desde la parte inferior de la pantalla. Una vez hecho esto, dependiendo de qué me traiga entre manos (lo normal es que siempre esté liado con una novela, pero escribo bastantes relatos mientras sigo con ella), suelo dedicar unos segundos a formar algo en mi cabeza. Quizá ya tenga una idea previa, surgida de las más absurdas asociaciones o algún hecho que haya visto en cualquier lugar, pero lo más normal es que no haya nada. Un blanco exactamente igual que el del folio virtual que se extiende frente a mí. A veces esas ideas son extrañas, y tengo que interpretarlas de una forma que me resulte atractiva para dar forma a un relato, o rumiarla durante días si creo que va a dar pie a una historia más larga. Por ejemplo, ¿de qué manera relacionariáis vosotros a un hombre volviendo a casa de trabajar por la noche y un bote de loctite? Esa es la base principal de un relato que escribí para un concurso del que pronto, Halloween a más tardar, se sabrán los resultados. Hice otro más en el que mezclé un anuncio en internet con la palabra que, en aquel momento, flotaba sobre mi cabeza. Vanidad. En pocas palabras, así es como normalmente escribo la primera frase. Con lo primero que me viene a la cabeza. Para mí no es importante que sea una buena frase, de verdad. Dispongo de cualquier momento para cambiarla, borrarla o modificarla de cualquier manera. Lo importante es que la semilla ya está ahí. Sigue habiendo un enorme espacio vacío, pero si releo esa primera frase un par de veces suelo escribir otras dos o tres con lo segundo que me viene a la cabeza. Lo que acabo de explicar también es válido para estos primeros compases. Se trata, simplemente, de empezar a mover los dedos.
Y hasta aquí el método de Sergio Moreno para sentarse a escribir. Lo demás, supongo, es mero instinto. Si escribes, lo normal es que también leas mucho, y en tu cabeza (aquí ya cada uno lo interpreta a su modo, eso sí) sabes qué te gusta leer, qué estilo prefieres, que valoras de verdad en una historia. Eso es lo que acabarás escribiendo. Cogerás lo mejor de unos, lo peor de otros, lo que sencillamente funciona y lo que no y lo mezclarás todo en unos primeros escritos que mirarás de reojo cinco años después, preguntándote: ¿eso lo escribí yo? Bueno, a mí me ha pasado, quizá haya gente a la que le pase lo contrario o que nunca vuelvan a leer nada de lo que han escrito, que también los hay. Lo normal es que si mantienes un ritmo constante acabes mejorando, y como incentivo, una vez creas que algo de lo que has escrito merece la pena, encontrarás esos primeros concursos a los que presentarte, ansiando ser publicado cuando sólo llevas dos días escribiendo. Y esa sensación mola, ¿verdad? Tarde o temprano, si dedicas tiempo y esfuerzo a seguir escribiendo (para mí, realmente la única forma de mejorar) acabarás quedando finalista o incluso ganarás algún concurso. Bien, no es el Minotauro ni el Bram Stoker, pero qué cojones, alguien que ha leído algo tuyo ha decidido que era bueno. Ese debería ser tu pensamiento. Has hecho algo bueno. ¡A mí me ha pasado, en serio, y si estás aquí de paso sabrás que no soy famoso ni nada de eso! Algún gracioso me ha dicho que en la foto me parezco al Gran Lebowski de joven, pero aparte de eso... Disfruta esos momentos y releé ese relato premiado. Busca lo bueno, lo malo, lo decente, lo prescindible, esos detalles que no aportan nada o esos que hacen que una sonrisilla de "hey, esto es bueno" se dibuje en tu cara. Es bueno para tu mente sentirte así. Para mí los concursos son parte esencial del aprendizaje de todo escritor, sobre todo porque te obligan de alguna manera a forzar la maquinaria que después te susurra lo que quieres decir con los dedos. Y si mantienes a tu imaginación activa, todo fluirá mucho mejor. Yo llevo cinco años escribiendo, y en ese tiempo he escrito tres novelas y veintisiete relatos. Ahora sigo con la cuarta y hay un cuaderno relleno con datos y apuntes de todo tipo. Eso sí, no hay planificación alguna. No me hago esquemas antes de escribir, ni determino la personalidad de mis personajes antes de describirlos por primera vez sobre el papel. Soy caos, es cierto, pero no me puedo quejar. Siete de esos relatos tuvieron premio, y no he presentado ni la mitad de los que he escrito. Y, ojo, también hay que tener suerte. Es realmente dificil hacer un buen relato, quizá más que una novela, a mi parecer, y dar en el clavo es algo que no sucederá demasiadas veces. Yo soy muy consciente de mis defectos, y aunque trato de pulirlos están ahí. Son esa frase que te hace enarcar la ceja, esa situación que sabes que podrías haber descrito mejor, ese final precipitado porque no sabías cómo iba a acabar la historia hasta que lo hizo. Eso es lo que tienes que ver. Y también lo bueno, por supuesto. Alimenta tu ego, pero siempre en pequeñas dosis.
Pues ya lo tienes. Así es como un escritor que aspira a publicar su primera novela se sienta cada noche en una mesa de su cocina, con un cigarro encendido en el cenicero, mientras detrás de la puerta su mujer y sus dos hijos descansan para enfrentar un nuevo de día de trabajo, lloros, biberones y esas otras cosas de la vida real. Porque los hay afortunados, gente que vive de esto. Pero yo mañana me levanto a las cinco y veinte para ganarme las perras. Espero, seas quien seas, que tú que lees esto también tengas trabajo, porque los sueños alimentan el alma, pero por desgracia no el estómago.
Y escribe. Escribe mucho.
Gánate tu verdadero oficio.

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